Homeostasis indeterminada y homeostasis determinada: ¿?

Homeostasis indeterminada y homeostasis determinada: ¿?

Los humanos tenemos, al igual que el resto de los seres vivos, una tendencia a vivir. Biológicamente, nuestras células se encargan de reponer los tejidos dañados; nuestro sistema inmunológico actúa contra bacterias y virus que afectan a nuestro organismo, y nuestro sistema nervioso central y periférico hacen lo propio. Sin embargo, los seres humanos, si bien tenemos un sistema homeostático que regula la vida y tiende a ella, como el resto de los seres vivientes, poseemos un cerebro con funciones superiores, lo cual, en ese sentido, nos hace únicos.

Como nos dice el neurocientífico Antonio Damasio, desde el enfoque evolutivo, a lo largo de los años hemos ido complejizando nuestro organismo. Quizás la razón (instrumental, mítica, crítica, etc.) haya surgido evolutivamente en función de adaptar al organismo a ambientes cada vez más complejos y difíciles de sobrevivir en ellos. Por eso, a diferencia de otras especies, hacemos casas, ponemos sistemas de calefacción, limpiamos nuestros alimentos antes de comerlos, fabricamos y consumimos medicamentos cuando nos enfermamos, y cientos de ejemplos más demuestran que no solo estamos, sino que somos y hacemos. Claro, también es sabido que ciertas especies tienen una forma de razón instrumental (como el hornero construyendo su nido), pero nada comparable con la complejidad que caracteriza al ser humano.

Por otro lado, esta razón no es innata, sino que está influenciada por la vida misma. El proceso homeostático, que se refiere a la tendencia natural a mantener la vida, lo llamaremos indeterminado, ya que no depende de la razón; simplemente opera y es aplicable a todas las especies. Sin embargo, una vez que se establece la vida en el ser humano, suponiendo que no haya ninguna afección neurocerebral, la razón comienza a desarrollarse lentamente. Por ejemplo, un bebé está vivo, pero no utiliza su razón en todo su potencial. Esta capacidad racional, que se va formando para ayudar al ser humano a adaptarse a entornos cada vez más complejos, no puede estar restringida; su complejidad es tal que puede manifestarse de manera caótica. Las únicas limitaciones que enfrentamos son físicas: puedo imaginar que vuelo solo con mi cuerpo, pero en la realidad, esa capacidad está limitada por la realidad.

Si adoptamos este enfoque evolutivo, podemos afirmar que pensamos para vivir en lugar de vivir solo para pensar. Este concepto de «pensar para vivir», que implica que nuestro pensamiento está orientado a la supervivencia, se puede denominar proceso homeostático determinado o razón homeostática, ya que está influenciado por la vida y su principal función es preservarla. Por lo tanto, la razón homeostática es fundamental, lo que a su vez resalta la importancia de la razón crítica.

Es razonable criticar la falta de consideración hacia el cerebro afectivo, que los defensores de la teoría del tríuno a menudo simplifican al referirse a él como el cerebro límbico. ¿Es posible que exista razón sin afectividad? ¿Qué opinar?