Experiencia, problemas de orden superior y secundarios.
El problema es una formulación teórica desde el cogito («pienso») que no se auto-fundamenta en sí mismo —ya que eso implicaría un círculo lógico: el problema que se funda en el problema—, sino que es irrenunciablemente determinado por el sujeto que lo problematiza. El problema es propio del ser humano; el resto de los seres vivos, aunque experimentan, no constituyen su experiencia como principio de un problema. De hecho, no tienen conciencia de que experimentan, simplemente lo hacen. De modo que el problema está determinado conscientemente. No puede estarlo de manera inconsciente, ya que, sin consciencia, el problema simplemente no existe como tal; solo queda la experiencia. Que no se problematice no cambia a priori la experiencia, la cual, de todos modos, tendrá su desenlace final: la muerte.
Al igual que el resto de los seres vivos, el ser humano, como corporalidad viviente, tiende a la vida. Ilustrativamente, en referencia a un parámetro homeostático, busca el equilibrio o la homeostasis para mantenerse con vida, independientemente de la conciencia. Si la enfermedad acecha, el sistema inmunológico actuará en consecuencia, «buscando» el equilibrio (la estabilidad vital) o la homeostasis, sin que sea necesaria la conciencia del sujeto. De hecho, si dependiera de su conciencia, quizás moriría por un simple resfriado no atendido por negligencia.
Esto, inicialmente, puede hacer pensar que el resto de los seres vivos experimenta pasivamente, como si se tratase del mar que genera una ola y choca contra la escollera. Claro, en ese caso no hay experiencia porque no hay un organismo viviente, pero podría creerse que sucede de manera similar. Por ello, es necesario aclarar este punto y, para los fines de este trabajo, será útil apoyarnos en un autor que nos ofrezca profundidad y actualidad en el tema. Lo citaremos con frecuencia en esta primera parte: el neurocientífico Antonio Damasio.
Antes de proseguir, será fundamental hacer algunas aclaraciones que nos permitan entender al autor en este discurso y contexto. Es importante señalar que el uso de metáforas es esencial para tratar ciertos temas, ya que se corre el riesgo de confundir la atribución de una propiedad con una característica inherente a lo que se desea describir, cuando en realidad solo es una metáfora. Por ejemplo, en la cita que haremos, el autor Antonio Damasio habla del «valor» biológico que conduce a los seres vivos (incluso aquellos sin conciencia o sin cerebro) a tomar «decisiones». Desde luego, el valor no es una propiedad intrínseca de la cosa, puesto que el valor es determinado por el sujeto (subjetivación de la objetividad). Es la fuente creadora del valor; es decir, sin sujeto no hay valor. Por lo tanto, cuando se atribuya valor a «fenómenos» anteriores o independientes del sujeto (cosmos), estaremos refiriéndonos a una categoría meramente explicativa (dentro del mundo), si se quiere, a una metáfora que nos permita clarificar, una abstracción de la experiencia o simplemente una herramienta heurística que no debe concebirse como la realidad misma, es decir, valoración sin sujeto. Continuamos con la cita.
“Para los organismos en su conjunto, por tanto, la función primitiva de valor es el estado fisiológico del tejido vivo dentro de un intervalo homeostático en el que puede sobrevivir.” Antonio Damasio
Veamos qué nos dice el autor sobre esa propiedad que poseen los organismos (incluso los unicelulares) para tomar “decisiones” sin la necesidad de tener conciencia (“decisión a ciegas”) e incluso sin tener cerebro (“sin ojos”).
“los organismos independientes desprovisto de cerebros desarrollan otros importantes ingredientes: la capacidad de detectar los cambios en su estado fisiológico, el interior de su propio perímetro o contorno. Esta capacidad es ostensible ya en las bacterias, que responde a la luz así como un sinfín de moléculas (por ejemplo, en un disco de Petri las bacterias reaccionan a una gota de sustancia toxica apelotonándose y reculando para alejarse de la amenaza).” Antonio Damasio
Los problemas “primeros” del ser humano están determinados por experiencias de vida o muerte. La corporalidad es viviente y tiende a la vida, pero esto no basta. El hecho de tener hambre se manifiesta a través del dolor, y es precisamente ese dolor lo que origina el problema. Si una persona está perdida en la selva y ve un árbol con frutos, el hambre o la experiencia previa del hambre la llevará a buscar un medio para recogerlos o, al menos, a recordar el lugar para hacerlo después. El primer problema, que llamaremos de orden superior, surge de la experiencia directa de la corporalidad (¡Tengo hambre!) y el segundo problema está determinado por este primer problema (¿Cómo recojo el fruto del árbol?). La razón instrumental entra en juego, quizá buscando una rama para bajar el fruto o algo para trepar, dependiendo del ingenio y de las circunstancias. Lo cierto es que, si no encuentra medios para obtener el alimento (el medio para preservar la vida), los problemas en sí pierden importancia: lo que sobreviene es la muerte, es decir, el fin de la experiencia.
Es fundamental tener en cuenta que los problemas de orden superior están determinados por experiencias de vida o muerte, aunque no todas las experiencias de vida o muerte estén problematizadas. Por ejemplo, contraer una enfermedad desconocida no se convierte en un problema hasta que se manifiesta en el afectado (al menos es un problema para él); o puede que, aun cuando su corporalidad esté afectada, no le sea posible actuar (seguir problematizando), o quizá no desee hacerlo. A sabiendas del problema fundamental, puede que este sirva para determinar un no-problema subsiguiente. Sin embargo, la experiencia, a priori, es independiente de la problematización; pero es gracias a ella (el problema de orden superior y los subsiguientes) que puede cambiar el desenlace de la experiencia.
Podríamos concluir que los problemas de orden superior están determinados por las experiencias que se manifiestan en la corporalidad y son de vida o muerte. Como refuerzo de esta tesis, es necesario insistir en que la problematización es producto del cogito, lo que, en términos neurocientíficos, supone un cerebro con conciencia de orden superior (de ahí el nombre «problema de orden superior»), tal como lo llama el neurocientífico Gerald Edelman, y que es propio de los seres humanos. Veamos lo que dice el neurólogo Antonio Damasio, partiendo del análisis de las neuronas en cerebros de orden primario (denominación también de Gerald Edelman), a los que Damasio, según su complejidad, llama proto-yo, yo-central, hasta llegar al cerebro de orden superior o, como precisa el autor, al «yo autobiográfico».
“Las neuronas se refieren al cuerpo y esta referencialidad (aboutness), este incesante apuntar al cuerpo es el rasgo definidor de las neuronas, de los circuitos neuronales y del cerebro. Esta referencialidad es, a mi juicio, la razón por que la voluntad velada de vivir que tienen las células de nuestro cuerpo pudo traducirse en una voluntad consciente e intencional.” Antonio Damasio
Veamos que el autor ya introduce el término razón. Antes de entrar de lleno en el tema que nos ocupa en términos discursivos.
“Sentimos malestar cuando las variaciones se alejan de este estrecho margen conveniente y la agitación aumenta cuando pasa mucho tiempo sin hacer nada para remediar la situación. Estos estados mentales y comportamentales son signos de que las reglas incontrovertibles de la regulación de la vida están siendo desobedecidos, son avisos que las regiones bajas del procesamiento inconsciente le envían a la vida consciente y a la mente, pidiendo que encontremos una solución razonable para una situación que ya no puede ser gestada por medio de dispositivos automáticos no conscientes.” Antonio Damasio
Finalmente, veamos cómo el cerebro de orden superior, el de los seres humanos, según esta hipótesis, no cumple una función ajena a la supervivencia, aunque tampoco se limita a ella. De ahí la distinción que se hace entre los problemas de orden superior, que están directamente relacionados con la corporalidad y hacen consciente dicha experiencia, y los problemas subsiguientes que pueden, incluso, volverse en contra de la vida; por ello, la importancia de nuestro análisis.
«Las instrucciones génicas condujeron a la construcción de dispositivos capaces de ejecutar aquello que, en los organismos complejos como los seres humanos, llego a florecer como emociones, en el sentido amplio del término. El primer esbozo de estos dispositivos estuvo presente ya en organismos sin cerebro, mente o conciencia (…); los dispositivos reguladores, sin embargo, alcanzaron mayor complejidad en organismos que tenían las tres cosas: cerebro, mente y conciencia.» Antonio Damasio
Conclusión
De este primer análisis, ya podemos dejar en claro por qué vamos a suponer, de ahora en adelante, la categoría de problema de orden superior como determinada por la experiencia de un ser humano consciente y no como un «problema práctico» simplemente, lo que podría llevarnos a confusión. Además, vamos a suponer que todo problema secundario surge en un segundo momento, aunque esto no signifique que sea dispensable.