Despedida
Ha muerto un gran profesor, un amigo y un compañero en la causa. Él ha dejado una huella profunda en el corazón de miles de discípulos en todo el mundo, al igual que en el mío. Es realmente trágico que, en el mismo año, hayan fallecido dos grandes maestros como él y Franz. Es cierto que la vida fue bastante generosa si lo miramos en años, pero al considerar los aportes que han hecho y, sobre todo, a quiénes han impactado, comenzamos a creer que la historia fue un poco injusta al ser tan corta.
Tengo miles de recuerdos de su pensamiento; de hecho, mi vida ha estado marcada por esta corriente de liberación auténticamente latinoamericana, es decir, auténticamente nuestra. Y, como un auténtico discípulo del maestro, no pude evitar bifurcarme, o al menos intentarlo, con el método de «con el maestro y más allá del maestro».
No hay nada más gratificante y reconfortante para el corazón que haber participado en sus clases, haber tenido la oportunidad de compartir sus ponencias de forma presencial e incluso de haber compartido comidas juntos. Era una persona muy alegre porque, como él decía, es una condición necesaria serlo para ser un revolucionario. De no serlo, «pobre revolucionario».
Inmediatamente, al enterarme de su fallecimiento, recordé una anécdota que él contaba. No la recuerdo textualmente, pero decía algo así: «¿seré yo poeta?» y se respondía a sí mismo el porqué no. Lo hizo con varias profesiones hasta concluir: «seré de una profesión que haga feliz a la mayor cantidad de gente posible». Siempre recordaba que usted remataba esa frase diciendo: «porque aquellos que dedican su vida a hacer felices a los otros, el día de su muerte verán a los humildes derramar lágrimas en sus tumbas».
Hoy, más de uno derramará lágrimas en su tumba, querido compañero de la causa del pueblo. Como le dijo el viejo Franz a Juanjo cuando falleció: «hasta luego».
Te quise como a un nieto, aunque nuestra relación fue distante y meramente académica. No puedo evitar sentir que se ha ido un compañero.
Nos vemos.